Un ladrillo A2 contiene las 3.500 o 4.000 calorías que se estima que un soldado de complexión media necesita cada día.
Una caja del tamaño de una fiambrera y color verde camuflaje. Coloquialmente: un ladrillo. Peso real: menos de un kilo. Impreso en la parte superior, la bandera de España y en color blanco, la bandera de las Fuerzas Armadas y un mensaje en tres idiomas que reza: «Fuerzas armadas, ración individual de combate. Comida». También la fecha de caducidad (octubre de 2023) y algunas notas del distribuidor (JOMIPSA).
En su interior encontramos los platos principales: una lata de pote gallego, una de calamares en su tinta, un sobre de sopa de pollo con pasta, un envase de crema de membrillo y un paquete de pan-galleta. También tres pastillas calentadoras de combustible sólido, una caja con 20 cerillas y un hornillo quemador reutilizable para calentar los alimentos. Además de todo ello, el set incluye también 4 sobres de polvos isotónicos con vitamina C, dos comprimidos depuradores de agua, 1 chicle con edulcorante, pasta de dientes, un cepillo, un pack de 20 servilletas y por supuesto, las instrucciones de uso. Este es el ladrillo A2 (A de «Almuerzo»). Existen 4 variedades más de almuerzo, uno de desayuno y otras 5 de cena. En total, estos alimentos están calculados para aportar las tres mil quinientas o cuatro mil calorías que se estima que un soldado de complexión media necesita cada día.
Historia de las raciones de campaña.
Este sistema de almacenaje y conserva en latas se viene utilizando en los ejércitos de todo el mundo (y posteriormente también en la población civil) desde la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, las raciones de campaña individuales, tal y como las hemos conocido ahora, sólo existen desde mediados de los años noventa. Antes, se preparaban raciones colectivas para treinta y seis, doce y diez personas que se debían cargar y repartir entre los soldados en cada comida, con la incomodidad y el peligro que eso suponían. Las raciones individuales aportan esa «libertad» de movimiento que el soldado y la brigada necesitan.
Desde entonces, la investigación y el avance para conseguir raciones de campaña más completas, enérgicas y eficientes no han cesado. Las últimas «innovaciones» se han hecho en materia de variedad alimentaria y ya podemos encontrar raciones vegetarianas, veganas, halal e hindús. Y pese a que los nutricionistas insisten en resaltar los altos niveles de azúcar y aditivos de los conservantes y recomiendan incluir más frutas y verduras frescas, que por otro lado son más difíciles de transportar, los propios militares defienden las raciones españolas como una de las más sabrosas y completas en los campos de batalla.
Qué retos presenta la comida de campaña.
Otra línea de trabajo investiga nuevos sistemas de calentamiento para las conservas. Los hornillos tradicionales que hasta ahora se han venido utilizando son difíciles de prender, especialmente bajo ciertas inclemencias del tiempo y relieves irregulares y producen humos que pueden delatar la posición de las tropas. En su lugar, se están empezando a usar bolsas calentadoras químicas, que se activan con una cantidad reducida de agua y permiten calentar un plato en algo más de diez minutos.
El último gran reto que presentan las raciones individuales de campaña es la de los deshechos. A día de hoy, los alimentos y los complementos se siguen empaquetando dentro del ladrillo en envases metálicos de un solo uso, que tras su consumo, los soldados deben guardar y llevar consigo hasta ser debidamente desechados. Cabría trabajar en algún tipo de sistema de almacenaje biodegradable o compostable que liberase a las brigadas y al mundo del peso de sus residuos.
Ejemplo de ración individual de combate.
Comentários